La belleza blanca

5 de noviembre, sábado

 

Recorrido: Chian Rai-Chian Mai

Nuevamente, madrugón. Nos dirigimos al llamado templo blanco.

 

Cuando llegamos allí nos quedamos absolutamente perplejos: en medio de una explanada cultivada de césped y con un lago alrededor se alza un templo completamente blanco, que representa la pureza de Buda, cubierto de miles de espejos, que simbolizan la sabiduría de Buda que brilla en todos los rincones y que se refleja en las tranquilas aguas del estanque. Predomina un inmaculado color blanco que contrasta con el verde de la hierba  y el azul del cielo.

Y curiosamente los peces de este estanque son también blancos.

Un luminoso sol lo baña realzando aún más su extraña belleza y los contrastes que proporciona. Las líneas rectas se combinan mágicamente con  formas curvas y  puntiagudas que se elevan delicadamente  pareciendo horadar el manto celeste del cielo contrastando  vivamente con su color. Es casi irreal, onírico, mágico.

Se comenzó a construir en 1997 y al igual que la sagrada familia, aún está sin terminar y no tiene fecha de finalización.

Extrañas figuras a la  entrada nos avisan de que no se puede ni fumar ni beber alcohol.

Nadia nos explica algo de él. Nos dice que la primera parte es el infierno del que sobresalen las manos suplicantes.







Sobre él hay un puente,  el Puente del Ciclo de la Reencarnación que representa el paso de  la muerte a la vida mediante la reencarnación dentro de la visión metafórica del budismo.

Justo antes de la entrada en el círculo que hay,  se representa el dolor y sufrimiento humano con cientos de manos blancas que se alzan retorcidas desde el suelo, mientras que a medida que se anda por él se representa la felicidad al ir superando todas las tentaciones librándose del sufrimiento humano.

Destacan también las impresionantes figuras de dos Kinnaree , criaturas de la mitología budista,  mitad hombres mitad pájaros.

Parece que nos hemos sumergido en un escenario de cuento fantástico. Atravesamos el puente y seguimos caminando, fascinados.  Al final  se encuentra la Puerta de Cielo custodiada por dos gigantescos Rahus o figuras que representan la muerte y que deciden la suerte de los hombres, similar al concepto cristiano del purgatorio.

 

Y entramos en el edificio, el Ubusot donde nos quedamos completamente sorprendidos por lo que encontramos pintado en sus paredes.  Aquí no se encuentra, como en otros templos, las hazañas del dios budista si no que aparecen figuras de  personajes reales y de ficción de completa actualidad, nada convencionales. Políticos, líderes, cantantes, actores, dibujos animados, personajes reales y de ficción, protagonistas de películas como la guerra de las galaxias, Harry Potter, Avatar, Spiderman, superman, Hello  Kitty, Kung Fu Panda o Michael Jackson, Bin laden o Jeorge Bush.

 


Parece una broma, pero no lo es ya que estos representan los falsos ídolos que distraen a la humanidad de su misión.  Lamentablemente no se permite hacer fotografías del interior por lo que sorprendidos y algo decepcionados, salimos del templo. (Las que ilustran el texto han sido obtenidas de internet).

Nadia nos dice que podemos comprar un curioso colgante en el que ponemos nuestros nombres y fecha y que será colgado con cientos de miles similares que tapizan el techo de un pasadizo o túnel abierto anejo al templo así como la base de unos curiosos conos. Compramos dos: uno que dejamos para que colgaran y otro que nos llevamos a casa.

 

También seguimos la tradición de intentar que una moneda cayera en el centro de una flor de loto que se encuentra en un pozo cubierto de agua. Se pide un deseo y si cae en el centro, éste se cumple. Acertamos los dos.  Pero meses después cuando escribo esto, tengo que decir que no se cumplió.

 




Sorprendidos y maravillados aún, nos fuimos a comer a un tranquilo sitio para después poner rumbo a Chiang Mai, nuestro destino final. En el camino Nadia nos avisa de una comitiva fúnebre y todos echamos manos a nuestros monederos para golpearlos. Vemos una enorme y colorida carroza que porta el féretro y gente vestida de negro tras ella. Nos dice que lo queman todo y que el número de días en que conservan el cuerpo depende de lo ricos o pobres que sea la familia. Más riqueza, más días.

 



Nos acercamos a una fábrica de seda, donde nos enseñan el proceso de extracción y tratamiento hasta convertirse en tejidos. Desde los capullos de los gusanos, el hilado, tintes y la realización del tejido en los telares en los que se afanan solo mujeres. Me llama la atención lo espartano de los puestos de trabajo: un palo con un cojín en el que se pasan horas y horas. Incluso observamos una operaria muy bajita que apenas llega con la punta de sus pies a los pedales del telar.

 

De aquí, como no, a la tienda, pero los precios son prohibitivos, así que después de deambular por ella la dejamos para subir al wat doi suthet a las afueras de Chiang Mai que se encuentra sobre una colina cuya ascensión se nos hace larga.

 

Felipe nos deposita a los pies de una enorme  y hermosa escalera con cabezas de Nagas, del Siglo XVI y Nadia nos dice que tiene 350 peldaños preguntándonos si queremos subir andando, o en una especie de tren cremallera. Nos decantamos por esto último para bajar andando.


Este templo es el auténtico símbolo  y una de las razones para visitar la ciudad de Chiang Mai. Está ubicado en una colina a unos 1000 metros de altura y a unos 15 km del centro de la ciudad. Si el día es claro se puede ver una bonita panorámica de la ciudad de Chiang Mai.

Cuenta la leyenda que el Rey ante la duda de donde enterrar las reliquias de Buda las puso a lomos de un elefante blanco y decidió esperar a ver donde las llevaba el animal. Este subió a la Colina de Doi Suthep y después de dar tres vueltas se arrodilló y murió allí.


Una vez arriba disfrutamos de unas vistas extraordinarias de la ciudad y la llanura que la rodea.


Nadia llama nuestra atención sobre un ruido metálico y continuo casi ensordecedor y nos pregunta por su origen. La digo que debe provenir del tren o elevador y nos dice que son…. ¡cigarras!. Me quedo absolutamente sorprendida.  ¡Y yo que me quejaba del ruido de las cigarras europeas!!! (no quiero pensar en su tamaño).


Nadia identifica en una especie de templete nuestros signos del zodiaco tailandeses. A mi me corresponde la vaca y mi color sería el azul.


Caminamos entre multitud de gente entre las distintas instalaciones de que dispone el templo y esta vez me deja tocar una campana aunque no un gong. Ya sabe que tanto Gerardo como yo, aparte de ver, tenemos que tocar, así que cuando no debemos nos lo dice a ambos: “Mª Angeles, Gerardo….NO-SE-TO-CA”.


Seguimos a Nadia al interior de una estancia donde un monje nos bendijo y nos entregó una pulsera de algodón blanco a cada una como símbolo de protección. Angel debía ponérmela a mi en mi mano izquierda. Hilarante resultaron las caras de estupefacción del monje budista y de Nadia cuando ésta, instintivamente, espachurró un mosquito casi en las narices del monje.


A la salida coincidimos con una pareja con la que habíamos estado un rato  durante las 3 horas de escala en Dubai. Aunque habían viajado por su cuenta, habían formado un grupo y contratado transporte y guía local.


Y aquí la máquina de fotografiar se negó a seguir trabajando. Se quedó bloqueada y por más intentaba encenderla y apagarla e incluso quitándole la pila, no había manera.  Nos quedaban pocos días y como soy mujer prevenida, me quedaba la tableta que me había llevado con el principal fin de ir descargando y salvando las fotografías diarias. Luego me sorprendería agradablemente resucitando.

Descendimos andando los escalones que esta vez nos alejaron del templo para esperar a Felipe que puntualmente nos recogió para llevarnos rápidamente a nuestros respectivos hoteles y prepararnos para la cena Kantú que tendría lugar esta noche. Aunque el tráfico estaba, como no, atascado, un poco apurados llegamos a nuestro hotel con una hora por delante para instalarnos y prepararnos.


Y del hotel Chain Mai Plaza resulta espectacular la recepción y aledaños a ella. Es grandiosa, quizás algo desproporcionada. Yo  había cambiado el hotel inicial dado por la agencia por éste al estar mejor situado, más cerca del centro. Me interesaba sobre todo la proximidad del night bazar.


Rápidamente nos duchamos y nos preparamos y puntualmente nos recogieron para ir a las afueras de la ciudad a nuestra cena a donde llegamos casi justitos porque solo dio tiempo a un pequeño baile de bienvenida, y tras sentarnos en unas mesas con “truco” y explicarnos un poco la comida que íbamos a tomar, entre ellas, el arroz pringoso, dio comienzo el espectáculo. El local estaba lleno de grupos de turistas occidentales.


Y explico lo del  “truco”: y es que debajo de la mesa, escondido había un agujero que permitía que estuviéramos sentados a la “occidental” en vez de en el mismo suelo.

Disfrutamos de varias danzas típicas del país, de su música en directo, del colorido y luz de los vestidos y de un conjunto de trajes típicos de algunas minorías étnicas del país.

Y al final, pidieron un voluntario por mesa para bailar con ellos y por supuesto no hubo ninguna duda de quién tenía que salir para dejar el pabellón muy alto: nuestro compañero Gerardo, con el que nos reímos a carcajada abierta hasta hartarnos, porque tenía mucha gracia, el que más de todos.


La comida no fue gran cosa sobre todo el arroz pringoso, soso y que se quedaba pegado –como su propio nombre indica- a los dedos y las danzas, bueno,  están bien como curiosidad, pero nada del otro mundo.

Al terminar alguno quiso ir a los servicios, pero….había que quitarse los zapatos para entrar y eso…sí que no, así que se aguantaron.

Al salir Nadia nos dijo que se celebraba un mercado nocturno fuera de las murallas y que aconsejaba mejor este que el bazar nocturno, así que de regreso, nos dejaron a los cuatro en medio de una marea humana que iba y venía por una calle abarrotada de gente hasta la bandera.

Y por allí anduvimos fascinados por todo lo que se vendía: desde la comida más diversa y exótica -a nuestros occidentales ojos- pasando por  artesanía de todo tipo, ropa, complementos, plata,….hasta aproximadamente las 23 horas en que decidimos recogernos.

Pensamos en regresar en los “taxis colectivos”, modalidad de transporte que aún no habíamos probado. Nadia ya nos dijo que les dices donde vas y si aceptan subes compartiéndolo con otros pasajeros a los que va dejando de camino. Son una  especie de pick-up o pequeñas camionetas de color rojo que tienen cubierta la parte trasera donde se alinean dos bancos enfrentados  donde van sentando gente hasta que se llena. Un poco más barato que el tuktuk.

A Antonia y Gerardo los enviaron a otro taxi distinto y a nosotros nos dijeron que esperáramos cinco minutos. Pero los cinco minutos se convirtieron en diez y luego en quince, y más, hasta que consiguió llenar el taxi. El mercado se estaba cerrando y pretendían aprovechar bien el viaje. Estuvimos a punto de irnos y tomar un tuktuk. Pero estábamos cansados y no teníamos ganas ya de pelear con nadie.

Partimos y circulamos por estrechas, solitarias y oscuras callejuelas.  Ambos pensamos en silencio lo mismo: “como nos dejen por aquí solos, nos da algo”. Y tuvimos suerte porque fuimos los primeros a los que el taxi dejó en su destino. Así que, ahora a descansar hasta mañana.




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