2 de noviembre, miércoles.
Recorrido: Bangkok-Ayuthaya-Lopburi-Pitsanuloke.
Recorrido: Bangkok-Ayuthaya-Lopburi-Pitsanuloke.
Bajamos a recepción un poco antes
de la hora acordada para preguntar si el último día de nuestra estancia en el
país en el que también nos alojaremos en este hotel podíamos dejar las maletas
en recepción. Pero no consigo hacerme entender. Una vez más, dudo de la calidad
de mi inglés. Se acerca l@ que luego
supimos que sería nuestr@ guia a preguntar si nos podía ayudar. Le digo lo que
quiero y me dice que ellos no lo entienden. Que se lo tendría que preguntar el
mismo día y no hablando de lo que ocurrirá una semana después.
Después de aclararnos, se
presenta. Y aclaro ahora porque he utilizado la “@” y es que Nadia, quien sería nuestra guía, sería
la primera sorpresa del día.
“Ella”, había sido “él”; era una mujer
atrapada en el cuerpo de un hombre. Así, el primer “golpe visual” es el de un
hombre vestido de mujer. Un transexual. Era la primera vez que estaba en
contacto con alguien tan singular como ella y creo que por muy abierta que se tenga
la mente, resulta siempre algo sorprendente, la primera vez. Después de las presentaciones entramos en una
espaciosa furgoneta para ocho personas y nos dirigimos a buscar al resto de los
turistas que nos acompañarían en un tour de unos seis días hacia el norte del
país, a Chain Mai a través de 600 km.
En el transcurso del recorrido hacia
el otro hotel, sugiero no realizar la
visita planificada a un campamento de elefantes para turistas donde les veremos
entre otras cosas, jugar al futbol. Yo prefiero hacerlo a un sitio donde los recuperen y
protejan y donde hagan vida lo más cercana posible a vida de elefantes. Y
tenemos un pequeño “rifi-rafe”. Me dice enfadada que yo no sé cómo piensan los
elefantes, que no podemos pensar por ellos y que desgraciadamente no pueden
estar en libertad por la cantidad de alimento que ingieren y lo peligrosos que
son. Faltaba añadir el poco espacio que el ser humano les vamos dejando. Lo
dice muy enfadada y supongo que indignada por las continuas críticas que los occidentales
vertemos sobre este asunto sin tener todos los datos o conocimientos para ello,
en primer lugar, sobre su cultura, tan distinta a la nuestra. Evidentemente no
era apropiado, ni el momento ni la forma. Quizás debería haber comenzado por
preguntar. Mi impulsividad y sinceridad me volvieron a jugar una mala pasada. Así
que opté por dar por zanjado el tema sin más polémica.
En cinco minutos conocemos a los
que serán nuestros únicos compañeros de viaje: Gerardo y Antonia, catalanes y
de nuestra edad. Todo un lujo. Somos solo cuatro, nuestra guía, Nadia, y el
conductor, Felipe (nombre que le dio Nadia para que nos resultara fácil de
memorizar y pronunciar). Seis en total.
Mientras que salimos de la ciudad
y observamos el caótico tráfico de entrada, vamos hablando y Nadia nos dice que
los tailandeses son pobres pero que compran coches cada 3 años como si fueran
ricos todo para quedar atrapados en una ciudad que dice que es la que peor
tráfico del mundo tiene.
Dejamos atrás Bangkok para
dirigirnos a Ayuthaya, a unos 80 km de la capital, Patrimonio de la Humanidad
por la UNESCO. Nos comenta que vamos a ver tres templos de todos los que tiene
y que aunque no tenemos previsto visitar el que posee la famosa cabeza de Buda
entre las raíces de un árbol, ella cree que es interesante y que merece la
pena.
Una vez allí, vamos descubriendo
que Nadia, que tiene un español muy bueno, es una persona culta y sofisticada
además de divertida y con un sentido del humor muy español. Y que nuestros compañeros
de viaje son también muy divertidos, sobre todo Gerardo, muy ingenioso y con un
sentido del humor muy particular.
Ayuthaya está considerada como la
segunda capital del Reino de Siam después de Sukhothai. Las ruinas datan de los
Siglos XII y XIII y entre el XIII y el XVIII fue la capital de Tailandia y sede
de la poderosa civilización que dominó el sudeste asiático. Fueron declaradas por
la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
Están compuestas por diferentes
zonas de Templos y nosotros visitamos solo algunas.
Comenzamos por el Wat Mahathat con la icónica cabeza de Buda incrustada
entre las raíces de un árbol.
Varias son las teorías que existen sobre cómo llegó la
cabeza de Buda a situarse aquí. Nadia nos dice que a consecuencia de una bomba de
los birmanos que la hizo saltar y quedarse en el tronco del árbol cuyas raíces fueron
arropándola año tras año hasta quedarse así. Para los ojos del visitante la cabeza parece tallada entre
las mismas raíces, sin poder distinguir donde empieza uno y acaba el otro, tal
es el grado de simbiosis que se ha conseguido alcanzar entre elementos tan
dispares.
Esta imagen, aunque esperada, no deja de sorprendernos,
mimetizada, casi absorbida y rodeada por las ruinas del templo. Había leído que
era realmente difícil hacerse un hueco entre la gente que se agolpa delante de
ella, para poder disfrutar con tranquilidad de una imagen tan curiosa y mucho
más complicado fotografiarse frente a ella, pero sorprendentemente no es
nuestro caso y disfrutamos en completa soledad de ella. Nadia nos pide que nos
agachemos y nos sentemos en una alfombra que hay junto a este árbol, lo que
hacemos respetuosamente todos para hacernos la consabida fotografía de turno.
Como anécdota descubrimos que Nadia tiene una inquina
especial hacia los Birmanos y hace comentarios a veces hilarantes como “a ver
si un terremoto acaba con su patrimonio histórico” y es que parece que a lo
largo de la historia fueron muchas las incursiones de los birmanos en
territorio tailandés destruyendo mucho patrimonio cultural e histórico. Por
supuesto fue motivo de chanza alguna que otra vez durante nuestro viaje.
Después nos dirigimos a un
segundo templo cuya pagoda es de etilo camboyano (forma de campana).
Observamos
a unos operarios que cortan hierbas pero que están cubiertos completamente:
gorros, pasamontañas, guantes, gafas de sol…Nadia nos dice que es para
protegerse del sol de invierno que es muy dañino. Que los protectores solares
son muy caros y también añade que el ideal de belleza aquí es tener la piel
blanca por lo que también por esto se protegen del sol.
Y nos movemos despacio entre
ruinas escuchando a Nadia, fascinados por todo lo que nos rodea. Nos va desgranando
la historia de este lugar, con fechas y nombres de reyes impronunciables que
soy incapaz de recordar, como los nombres de los templos que vamos
visitando. Pero sí retengo todas las imágenes que contemplamos, aunque no pueda
asociarlas con nombres concretos de los templos.
Recuerdo su armonía y belleza y
sobre todo y aunque resulte meramente anecdótico el fuerte olor a amoniaco cuando subimos y
entramos en el interior de una de las pagodas del wat Phra Si Sanphet.
Era el
olor a excrementos de murciélago, animalitos que descubrimos después en la pared.
Cuando Gerardo los iluminó se movieron nerviosos trepando por las paredes. Es
la primera vez que veo esto y me sentí fascinada. Bueno, en realidad me fascinaba todo lo que me
rodeaba.
El conjunto que forma el wat
Phra si Sanphet es una de las imágenes más representativas de
Ayutthaya con sus tres majestuosos
chedis, que contienen en su interior las reliquias de los miembros de la
familia real. Forman parte de uno de los templos más grandes e importantes del
reino, fundado en el siglo XIV.
El wat no servía de residencia de
los monjes, como era habitual, al estar ubicado dentro del que era el Palacio
Real de Ayutthaya; era utilizado para la realización de ceremonias reales y
para guardar las reliquias de los miembros de la familia real.
Nos vamos al tercer templo el Wat Chai Watanaram, cuyo conjunto es el
más espectacular y hermoso de los visitados y que fácilmente identifiqué por
las imágenes en internet. Conforma una estampa de película y nos comenta que ha
sido escenario del rodaje de algunas. Nadia responde amablemente a todas
nuestras preguntas, que son muchas.
Fue construido entorno al año
1630 y su torre principal o Prang simboliza el Monte Meru y las 4 torres más
pequeñas simbolizan los 4 continentes en los que viven los humanos, según el
Budismo.
El Templo posee asimismo numerosas figuras de Buda, muchas de las
cuáles están decapitadas. Se trata de uno de los templos en un muy estado de
conservación por ser de la época tardía.
De allí nos desplazamos hacia
otro templo moderno y provisional entre puestos donde venden todo tipo de
chuches que Nadia va comprando. Después en la van vamos probando y ella nos
cuenta qué comemos. Especiales las pieles de las carpas rebozadas y fritas.
Ahora rumbo a Lopburi, al templo de Prang Sam Yot o templo de los
monos, uno de los más conocidos de Lopburi y el más importante.
Se trata de un templo con tres
torres que simbolizan a Siva, Visnu y Brahma, que viene a ser la santísima
trinidad pero al estilo hindú o “ankor”.
He de confesar que tenía más que
serias reservas sobre estos animalitos. Había oido y leído que un mordisco suyo
es hospital seguro y para ser el primer día no quería acabar allí. Nadia nos
dice que nos quitemos todo lo que brille y cuelgue y sigo sus instrucciones al
pie de la letra.
Pronto llegamos a este lugar tan
singular y ya nos reciben los monos. Campan a sus anchas por donde se mire. Es
un escenario, como no, algo surrealista. Están por las calles, en las aceras,
en el asfalto, sobre las vías del tren, en los postes…por todos los lados.
Y el templo aparece en el centro
de una verde explanada. Yo me protejo detrás de Nadia que se dirige segura al
tempo escoltada por dos guardianes con palos que parecen cuidar de nosotros, o
al menos de Nadia, por lo que decido no separarme de ella, ni perder de vista a
ningún mono que se aproxime.
Es un escenario la mar de curioso
sobre todo para mis ojos. Grupos de monos por todos los sitios, haciendo de
todo. Es…como un circo. Unos beben un líquido rosado contenido en unas bolsas
de plástico, otros comen, otros deambulan solos, o con sus crías. Rodean a
otros turistas que incluso permiten que trepen por ellos.
Nosotros accedemos con Nadia al
interior del templo. Nos da algunas explicaciones del lugar y aprovechamos para
dar de comer a los monos a través de las rejas en puertas y ventanas que
impiden que entren y tras las cuales nos sentimos seguros.
Luego ya salimos al exterior.
Miro, fotografío, …están por todos los sitios, arriba, abajo, por encima del
templo, a su sombra, al sol….pululan por las calles aledañas. Nadia nos cuenta
que hay dos grupos separados por la carretera, el que habita en el templo y el
que está frente a éste en las casas.
Que ambos grupos no se mezclan y que hay
gente que alquila habitaciones en un edificio contiguo para que sean ocupadas
por los monos. También llama nuestra atención sobre una tienda que tiene en su
puerta junto a los productos que expone un cocodrilo de plástico y nos dice que
los monos son ladrones y esto es para evitar que les roben. También nos cuanta
alguna que otra anécdota de otros turistas que han sido robados.
En un momento determinado la imagen de un mono
luchando por abrir una botella y después bebiéndosela capta mi atención y llego
a tiempo para grabarla con la cámara. Es francamente cómica. Pero, el programa
no me permite subirlo, o no sé como hacerlo.
Sin separarnos de Nadia, ni de
sus “protectores” armados con sendos palos, recorremos el perímetro exterior
del templo. Si en algún momento me quedo atrás o separada del grupo, no pierdo
de vista por lo menos dos metros alrededor mío. Me dan terror, pero ninguno
parece sentir curiosidad por mi persona o por lo que porto.
Así que dejamos este singular y
simpático lugar para ir a comer.
Y el sitio al que llegamos era
absolutamente delicioso. El mejor sin duda de todo el itinerario. Está en medio
de la carretera y es un auténtico vergel: flores como orquídeas y otras
especies colgaban por todos los sitio, helechos de varios tipos y multitud de
plantas nos rodean por donde andamos.
Fuentes, pequeñas esculturas, más
flores…un sitio delicioso. Yo me siento fascinada y pierdo al grupo mirando y
fotografiando aquí y allá. Me incorporo en donde vamos a comer, un sitio
techado, en el exterior, bajo un ventilador y rodeados de una exuberante
vegetación.
Nadia nos pregunta si queremos
comida europea o tailandesa y al unísono respondemos que tailandesa así que por
nosotros, ella elige. Nos sirven sin pérdida de tiempo y después de explicarnos
en qué consiste cada plato que está en la mesa, nos deja. Dice que no está
permitido que los guías coman con los turistas. No lo comprendemos pero lo
respetamos.
Y en este escenario tan exótico
damos cuenta de unos deliciosos manjares. Disfrutamos del sitio, de la comida y
de la compañía ya que Gerardo y Antonia son unos estupendos compañeros de viaje
con una charla muy amena.
Y casi sin descanso, continuamos
nuestro camino llegando a Pitsanuloke
al atardeder, al templo wat Phra SiRattanaMathat donde a esa hora están en plena oración, así
que nos explica lo que vamos a ver, como tenemos que comportarnos dentro y
entramos. Vemos que la gente está sentada en el suelo con unos libros abiertos
leyendo algo. Los monjes en un lado del templo entonan unos cánticos monótonos.
Este templo es conocido
localmente como Wat Yai y está considerado como el más importante en
Phitsanulok. Fue construido en siglo XIV para consagrar la estatua de Phra Buddha
Chinnarat que encontramos en su interior y que está considerada como la más
bella imagen del Buda en Tailandia.
Y es que tiene una característica
única, el halo que significa el resplandor espiritual del Señor Buda. Además
esta estatua fue revestida en oro a principios del siglo XIX y cada enero se
celebra un festival. Y realmente es
hermosa, aunque yo, una vez descubierta
y admirada, me detengo más en los monjes
y en sus monótonas letanías cantadas.
Después salimos y Nadia nos
enseña a hacer una ofrenda a Buda. Compra unas láminas muy finas de oro, tres
varas de incienso, una flor de loto y una vela.
Empezamos por poner la lámina de
oro, operación delicada por su extremada fragilidad. En la cabeza si queremos
mejorar nuestra inteligencia, en el pecho si queremos mejorar nuestra salud y en
la espalda para mejorar profesionalmente. Yo elijo el pecho. Y no consigo
ponerlo todo. Algo se me queda pegado en el dedo. Espero que no sea una
premonición…
Después, juntamos nuestras manos
en actitud orante y entre nuestros dedos llevamos la flor de loto y las tres varas
de incienso que prende y dejamos clavadas en un recipiente que contiene arena.
Depositamos la flor de loto en donde nos dice ella e intentamos poner la
minúscula velita de pie, pero no lo conseguimos así que preferimos ponerlo en
una plancha donde ya están marcados los agujeros para dejarla.
A mi pregunta sobre lo que leía
la gente en los libros en el interior del templo, Nadia nos dice que es
sánscrito y que únicamente conocen su significado los monjes. La gente solo lo
recita.
Ya cayendo la noche, nos deja en
el hotel. Esta noche compartimos los cuatro el mismo. Un poco antiguo pero confortable.
Nos damos una buena ducha y decidimos salir a ver el exterior e intentar comer
algo. En la recepción coincidimos con Gerardo y Antonia y juntos nos movemos
por unas calles ya de noche hasta encontrar un puesto que tiene mesas al aire
libre. Y aquí cenamos los dos por unos 4
euros, aunque un plato, una ensalada, era muy picante y casi no pudimos
acabarla. Gerardo sí.
Hora de dormir y hasta el día
siguiente en que partimos hacia otra ciudad.
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